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Dos siglos de descubrimientos arqueologicos en palenque Chiapas

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Jueves,25 de Febrero




Dos siglos de descubrimientos arqueologicos en palenque Chiapas
Así mismo, en una segunda visita a Palenque, Blom tuvo la fortuna de que se les mostraran tres fragmentos de esculturas, por el guardián de las ruinas, que habían sido localizadas en el Grupo de las Cruces. Dos de ellas presentaban dos líneas de inscripciones jeroglíficas y la tercera era parte de un tablero con relieves antropomorfos. Los dos primeros pertenecían a las alfardas del Templo de la Cruz, mientras que el tercero formaba parte de la jamba norte del Templo de la Cruz Foliada. La inspección realizada por Blom al Templo de las Inscripciones, además de su preocupación por el estado de conservación del edificio, nota en el piso del cuarto central que una de las losas de piedra que lo formaban “tiene dos filas de perforaciones, misma que acostumbraban cerrar con tapones de piedra. No me imagino cual era la intención de estos agujeros” (Blom y La Farge, 1986: 244). Debido a esta observación, décadas después, serían analizadas por Alberto Ruz, quien llevaría a cabo una excavación en el lugar, conduciéndolo posteriormente al descubrimiento arqueológico más importante de la América Precolombina. A partir de 1934 nuevas intervenciones en palenque se encaminarían a ampliar considerablemente el conocimiento de la ciudad y la conservación de sus monumentos con la llegada del arqueólogo Miguel Ángel Fernández del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). En compañía de Roque Ceballos Novelo y Heinrich Berlín iniciarían los primeros trabajos sistemáticos de exploración, consolidación y reconstrucción arquitectónica de Palenque. La mayor parte de los trabajos de campo, realizados entre 1934 y 1945, se concentraron en el Palacio, el Templo del Sol, el Templo de la Cruz, el Templo del Conde y el Grupo Norte. La tarea realizada resulto ser enorme, ya que Fernández se enfrentó al desmonte de plazas y edificios, a la construcción de un camino adecuado de acceso a la zona arqueológica para transportar materiales e insumos, un campamento para sus estancias de trabajo y una bodega-museo para resguardar los materiales que obtenían en sus exploraciones. Sin embargo, estos esfuerzos serían recompensados con el descubrimiento de numerosas esculturas y ofrendas cerámicas que enriquecieron notablemente la historia cultural de la cuidad. Lo más importante de todo fue que Fernández y sus colegas fueron los primeros arqueólogos en realizar trabajos de reconstrucción y consolidación de las estructuras, así como l restauración de estucos y pintura mural. Las excavaciones realizadas en los pisos de los templos del Sol, de la Cruz y Cruz Foliada permitieron descubrir 23 pequeñas ofrendas formadas generalmente por vasijas cerámicas y que contienen en su interior huesos de animales, jades, fragmentos de concha y piedra. Estas ofrendas presentaban características muy similares a las extraídas por Antonio del Río bajo los pisos de estos mismos edificios en 1786. Además de estos objetos, se sumaría una escultura de piedra tallada y dos lápidas con inscripciones glíficas, todas ellas pertenecientes al Templo de la Cruz. Recientemente los arqueólogos creen que los objetos cerámicos y su contenido fueron parte de la consagración inicial de los templos y múltiples rituales realizados posteriormente para renovar el vínculo del gobernante en turno con sus dioses (González, 2005: 113-126) Un primer capítulo en la recuperación escultórica de Palenque se lo debemos a los descubrimientos de Miguel Ángel Fernández. Durante sus excavaciones en el Palacio descubre cuatro esculturas de piedra, que hoy conocemos como las lápidas del Orador, del Escriba, de la Creación y el Tablero de los 96 glifos. Las dos primeras aparecieron en el lado sur de la Torre, en un altar con tres gradas en cuyos extremos estaban colocadas las lápidas del Escriba y el Orador. En ambos casas se trata de personajes arrodillados que portan estandartes y cuyas diferencias en que el primero lleva un objeto semejante a un punzón para escribir y el segundo se encuentra con la boca entreabierta y con un ademán de la mano que aparenta una acción de oratoria. Por su parte el tablero labrado de la Creación fue localizado sobre una escalera que da acceso al edificio J. La lápida muestra la representación de un sacerdote en el lado izquierdo y en el derecho a una deidad, ambos enmarcados dentro de cartuchos con orillas lobuladas, indicando que se encuentran en un cavidad subterránea. El personaje de la izquierda porta un hacha cuyo mango está formado por un serpiente entrelazada. El de la derecha lleva puesta una máscara y la diadema del dios Chaahk y su cuerpo muestra marcas acuáticas típicas de esa deidad. Cercana a estas esculturas Fernández localizó la lápida de los 96 glifos, conocida de esta manera por el número de cartuchos glíficos inscritos. Desde su descubrimiento los arqueólogos y epigrafistas hicieron investigaciones y encontraron que estas inscripciones presentaban fechas y episodios que registran la dedicación de un templo que llaman La Gran Casa Blanca, evento realizado por el gobernante K´inich Janahb Pakal I el 4 de noviembre del 654 d.C. Los siguientes eventos se relacionan con las entronizaciones de algunos de sus descendientes hasta el año 783 d,C. Debido a que Berlín conocía el reporte de Blom de 1923 sobre los 32 glifos localizados en el Templo XVIII, le propuso a Fernández que se hiciera una excavación en el templo bajo la suposición de que se pudieran encontrar más glifos en el escombro del edificio en ruinas (Berlín, 1991c. 418-432).


Fuente de la Información: Crónista Municipal Profr. Agustín Roman Alvárez Bolivar.

Ultima Actualización: 25 De Octubre De 2018.