Cronicas | H. Ayuntamiento de Palenque.

FERIA DE SANTO DOMINGO DE GUZMAN Y EL PENCHUQUE.

Miercoles,24 de Enero




FERIA DE SANTO DOMINGO DE GUZMÁN ||4 de Agosto de 1577
La evangelización iniciada por Fray Pedro Lorenzo de la Nada y otros Frailes dominicos en 1577 en el pueblo de Santo Domingo de guzmán trajo consigo la más hermosa de las expresiones humanas como las danzas y el trabajo artístico de la mujer Chol y Tzeltal que engalanaban, lo que ellos llamaban el peregrinar hacia Santo Domingo de Guzmán patrono del pueblo y el “Santo de la Verdad” quien dedicó la Santa Misa a la Virgen María. Relataban nuestros abuelos de más de cien años de edad que todas las comunidades empezaban a bajar de la montaña al atrio de la iglesia quince días antes del cuatro de agosto, impecablemente vestidos de blanco los hombres tocando tambores, carrizos, mujeres bellísimamente ataviadas con blusa blanca cuello bordado en cuadrícula simbología de la cultura cholera (Milpera), pelo totalmente recogido y asegurado con peinetas de colores, una gran variedad de collares de diversos matices todos de “soplillo”, refajo azul marino y bandas horizontales de colores de cintas de tafeta. El blanco de los hombres y el colorido de las mujeres por cientos alegraban su fiesta de Tata Domingo. El 7 de diciembre de 1877 el congreso del estado de Chiapas oficializa la tradicional feria de Palenque la cual ya había sido objeto del sincretismo entre la cultura, Chol, Tzeltal y Criollos. Se agregan a los tambores, carrizos, marimba, mariachi, orquestas y otras variedades de expresiones artísticas, de las danzas nacen los bailes populares y los niños reciben a los coletos con sus anicillos, trompos de madera, carritos, trepatemicos, cajetas de manzanas y de ciruelas encurtido de jocotes y las mujeres usaban el permanente que el señor Quijano les hacía aplicándoles peróxido de hidrógeno (Agua Oxigenada). Festejaremos en 2017 el 140 aniversario de la feria del pueblo palencano. La fotografía al pie enseña la feria de Palenque en un 4 de agosto de 1957 donde unidos el pueblo mercaba manzanas, cervezas, dulces, escuchaban músicas otros comían caldo de aves de rancho y allá a lo alto se escuchaba una bocina que dedicaba al patrono del pueblo de parte del señor Juan Pérez la canción “El Pata Rajada”.
EL PENCHUQUE ||Jesús Hernández Damas
Siempre lo vi así: de cuerpo redondo en la parte del sobresaliente “tuche”, grueso como una tinaja; ataviado con su camiseta blancuzca, deshilada en los límites del zurcido; comúnmente el viento la levantaba en forma de ola, lente y rauda. Metido casi hasta las últimas costillas en su pantalón amplio de dril, mismo que emparejaba con añadidos de color azulo verde grillo en donde sus glúteos se elevan. Lo diluido del color grisáceo parecía brillar con el reflejo del sol. Un ancho mecapal debajo de las presilla ajustando a la cintura denotaba lo protuberante de su panza. Sus anchos pies, callosos, gordos y grandes apenas y se acomodaban a las sandalias de espuma “pata de gallo”. Su caminar era ligero, de a punta de pie, a veces; otras era como si llevara plomo o los tuviese tullidos. Nunca he olvidado la existencia del Penchuque. Desde niño lo observé levantar con sus fuertes brazos costales llenos de granos, cargarlos con gran facilidad y subirlos a aquellos grandes camiones que los trasladaba a la ciudad de Villahermosa, Veracruz o México. Hablaba con gran sentimiento de os inmensos plantíos de arroz; de las enormes mazorcas que, adheridas a las plantas de maíz, parecían no querer despegarse; correrías amorosas; del aire fresco que jugaba entre los zarzales en los bajeríos del río Chico en la zona de Nacajuca o de Jonuta. Anhelaba irse al campo a vivir entre los ruidos de los arroyos; con adormecerse con el canto del pucuy; con los acompasados, rítmico y agudos sonidos que producían después de las lluvias las ranas y las culebras que, a decir de él, cantan o lloran por las noches en que cambian de piel. Nunca se cansó de recorrer los caminos viejos (contaban a menudo que ahí había encanto, voces, misterios, espantos, ensueño, aparecidos y muertos que al día siguiente los veían andar con la cabeza gacha). El Penchuque, llegó una tarde de invierno a este pueblo, cuando solo tenía una calle cubierta por verdes remolinos, cercada de grandes macas colorados, canshanes, ceibos y mulatos vino asilado, huyendo de los garridistas. No quiso jamás saber del muerto que él sabía muy bien que no había matado. Se huyó llegando a las rancherías y monterías establecidas en las inmediaciones de los terrenos que atravesaban las aguas cafés y amarillentas del pojolotote. Sufrió ceguera a medias; sol, hambre, succiones de mosquito. Era mil veces preferible aguantar todo eso y más, a que lo encerraran en el “tinto”, que en la penitenciaría llamaban “cárcel para uno”. Fue testigo de cuando el Negro Saus fue recluido en el “tinto”, acusado de intentar tomar a la fuerza a la mujer de Sóstenes García. A pesar de su inocencia, sólo estuvo el Negro Saus en el “tinto” cinco minutos y fue colgado. No sufrió y tampoco tuvo tiempo para llorar o para que le rezaran el padre nuestro. Por eso comentaba siempre el Penchuque que el “tinto” era “cárcel para uno solito”. En ese lugar no había espacio más que para una persona. Cada vez que se capturaba a algún delincuente, quien se encontraba recluido en el “tinto” era llevado a la horca, sin que mediara juicio, protesta o defensa alguna.


Fuente de la Información: Crónista Municipal Profr. Agustín Roman Alvárez Bolivar.

Ultima Actualización: 24 De Enero De 2018.